Ana echó un vistazo a su reloj; tenia media hora antes de que Christian la esperara en casa. Quizás debería ir temprano a casa. No...Haz que espere. Sonrió, sacó un manuscrito al azar de la pila que tenía por revisar, y empezó a leer:
Fue la lengua de ella lo que le llamó la atención desde el principio. Era pequeña y rosa, y lamía desesperadamente el helado derretido goteando en riachuelos por el cono de oblea. Ella intentaba dar pequeños y delicados lametones, moviendo su lengua rápidamente entre y por sus dedos, pero luchaba en una batalla perdida. Entonces en un único y largo movimiento deslizó su lengua hacia arriba y a lo largo del cono pasando por sobre sus dedos.
Mierda, el cuerpo de él se tensó inesperadamente. Frunció el ceño y se movió incomodo en su asiento. Intentó mirar hacia otro lado, y bajó la mirada a su tibio café. Pero el deleite infantil en la cara de ella, sus brillantes ojos oscuros, y la forma en que la última brisa del verano jugaba con su largo y castaño cabello le llevaron instantáneamente a volver a mirarla fijamente a través de la ventana
de la cafetería.
Los ojos de ella se movieron rápidamente por el muelle para comprobar que nadie estaba mirando. Era una tarde agradable de septiembre; un viernes, y no había demasiada gente alrededor. Mordió la punta del cono, envolvió sus labios alrededor, y succionó. Succionó con fuerza, y la vainilla desapareció en el pequeño vértice que creó.
El mundo de él se congeló. Los pocos turistas que abundaban desaparecieron, y como el helado, fue succionado por el vértice, en su hechizo. Su cuerpo se agitó una vez más.
Ella levantó la cabeza consciente de repente de que alguien la estaba observando, y sus ojos se encontraron a través del cristal, verde contra marrón. Ladeó su cabeza hacia un lado y le miró fijamente con atrevimiento. Él quería apartar la mirada pero estaba atrapado - pillado mirándola boquiabierto, como un adolescente hambriento.
Si eso era lo que estaba haciendo. Mirándola boquiabierto.
"¿Disfrutando del espectáculo?" le gritó ella. No podía decir si estaba enfadada, encantada o molesta. Quería gritarle como respuesta, Tanto como tú estás disfrutando del helado, pero no lo hizo. Había una pareja de ancianos a su lado, disfrutando de una tranquila merienda de media tarde, y no quería molestarles. Y, por supuesto, él era tímido.
Ella ladeó su cabeza hacia el otro lado. " ¿Y bien?" dijo en voz alta.
Él se encogió de hombros avergonzado. ¿Es que no tenía vergüenza de gritarle a un completo desconocido cuando otras personas podían oírla?.
Dio un par de pasos hacia él, toda ella piernas largas y una falda corta veraniega, y le miró fijamente bajo sus largas pestañas. Vació el interior del cono con esa pequeña, lengua rosa y volvió a chupar el final de éste, de nuevo. Él estaba fascinado. Vestida con una camiseta blanca ajustada, una minifalda vaquera, y ballerinas, era delgada pero bien proporcionada -muy bien proporcionada. Se removió una vez más en su asiento. Ella acabó con el resto del cono, pero una última gota de helado se escapó, deslizándose de su mano a la muñeca. Sin apartar sus ojos de los de él la lamió, besando la punta de cada dedo cuando terminó. El reprimió un gemido. Usando la misma mano le saludó fugazmente.
Inconscientemente él saludó de vuelta, después frunció el ceño y bajó su brazo.
Ella hecho la cabeza hacia atrás y se rió. ¿De él? ¿Con él? No lo sabia, pero su risa era contagiosa, y sonrió. Ella se rió, y por alguna razón ella palmeó sus manos, y se dirigió a la puerta de la cafetería.
Mierda, viene hacia aquí, un instante después estaba de pie frente a él, con sus mejillas ruborizadas y sonrosadas -¿Por vergüenza? ¿Por excitación? Él no lo sabía. Era mas guapa y mayor de lo que había pensado.
-"Hola" dijo ella, extendiendo lo que él sabia debía ser una mano pegajosa.
Sintió un espasmo cuando pensó en su hijo pequeño.
-"Hola" respondió él, tomando su mano, la estrechó educadamente.
-"¿Eres yanqui?
-"Soy americano, sí".
-"¿Un café por mi pequeña exhibición?".
Estaba impresionado. Sentado e impresionado.
-"Claro".
Levantó su mano y la joven y aburrida camarera regresó.
-."Dos cafés por favor, dijo".
-"Un capuchino y un café americano" La señorita helado le interrumpió, sonriéndole con superioridad. La camarera la observó vagamente con desagrado y caminó de vuelta al mostrador.
- "Bueno, ¿que está haciendo un atractivo americano en el muelle de Southwold en mitad de la tarde?".
¿Atractivo?. Las palabras golpearon su frágil ego.
-"Negocios, en su mayoría".
"Parece que has estado pescando". Su tono era juguetón.
"Hoy, pescar. Por favor, toma asiento". Pensó que era extraño como se había adelantado para presentarse a si misma e insistir con el café y ahora se inclinaba a su lado y esperaba una invitación para sentarse.
Se sentó en el taburete de al lado y él pudo examinar su encantadora cara. Tenía veintipocos años, no era la adolescente que pensó en un principio. Su consciencia y su libido respiraron un poco más fácilmente, pero aun así era muy joven. ¿Muy joven para qué?.
-"¿Que haces cuando no estás pescando?" preguntó, sus ojos oscuros chispearon con curiosidad mientras jugueteaba con la cadena que rodeaba su cuello.
-"Miro a mujeres jóvenes comer helado".
Ella arqueó su ceja.
-"Haces que suene sucio".
La cara de él se alarmó. ¿Que se le habría pasado por la mente para decir eso?. Quizás el modo en que la punta de la lengua de ella recorrió la boca mientras humedecía su labio superior.
Eso le hizo revolverse otra vez. Se sonrojó una vez más, avergonzado por la reacción de su cuerpo. ¿Que tengo, catorce años?.
-"¿Hago que suene sucio?" dijo, su voz sonó ronca.
-"Sí, ¿Fue por mi técnica?".
Parpadeó varias veces. Ella estaba flirteando con él. ¡Flirteando!.
-"Me gusta lo de chupar" contestó él, sorprendido por la facilidad con la que le había contestado a su broma.
-"A todo el mundo le gusta lo de chupar", respondió ella sonriendo.
-"¿Como podría no gustarles?" ¿Como demonios se ha convertido tan rápidamente esta conversación en algo sucio?.
-"Pareces un hombre solo".
¿Tan obvio era?.
-"Viajo solo, dijo él".
Ella se inclinó hacia delante y ojeó alrededor con complicidad antes de mirarle a los ojos. La respiración de él se atascó en su garganta por su proximidad.
-"Bien. Porque también pareces un hombre necesitado de un buen polvo".
El tiempo se paró... ¿La había oído bien? ¿Había dicho "polvo"?.
-¿Disculpe señorita?".
"Ya me has oído". Sonrió ella.
La miró embobado, sin palabras. Todas las ideas preconcebidas que había tenido de su inocencia e ingenuidad yacían desplomadas a sus pies.
-"Vamos, olvida el café", susurró. Follar es mejor que pescar, y parece que lo necesitas tanto como yo. Hoy es tu día de suerte".
El teléfono de Ana vibró en su escritorio, interrumpiendo su lectura. Era un mensaje de Christian.
Ven a casa ahora.
Tengo tu regalo de cumpleaños preparado.
Esto no es una petición.
Ana sonrió, un delicioso escalofrío recorrió su columna vertebral, y le envió un mensaje de vuelta.
En camino, Sr. Grey.
Traducción: C.G.J/50SDGfansLyP